13-14-15 de noviembre de 2025
Atención Primaria, hospital.
Disnea.
Enfoque individual
Hombre de 78 años independiente, EPOC, hipertensión arterial y diabetes mellitus.
Enfoque familiar y comunitario
Cuidador principal de mujer con demencia, dos hijos presentes que acompañan a consultas hospitalarias.
Juicio clínico, diagnóstico diferencial, identificación de problemas
Acude a urgencias tras una semana de síntomas respiratorios empeoramiento de disnea en las últimas 48 horas tras visita a consulta de Atención Primaria. Se identifica en radiografía una masa en lóbulo superior derecho, que motiva ingreso hospitalario para estudio.
Durante ingreso se realiza ampliación de estudio y biopsias, en los evolutivos se diagnóstica de adenocarcinoma pulmonar estadio IV con metástasis óseas. El informe de alta, en cambio, sin ser explicado al paciente el diagnóstico previo, hace mención exclusivamente a «masa pulmonar pendiente de filiación». En consulta posterior en Atención Primaria, el paciente refiere dolor lumbar y se muestra desinformado: «me han dicho que las máquinas no funcionan bien y me tienen que enviar al hospital grande». A pesar de su aparente intuición («no debe ser bueno si me mandan allá»), no se le ha comunicado el diagnóstico.
Tratamiento y planes de actuación
Aprovechando control de dolor se recita al paciente en diferente ocasiones y se sugiere que acuda acompañado en próximas consultas, aunque acude solo. Se indaga y se va informando progresivamente sobre posibilidades.
Evolución
Un mes después, cuando el paciente todavía no sabe el diagnóstico se le informa desde esta consulta de su diagnóstico real, con intensa reacción emocional (llanto), iniciándose el acompañamiento.
Durante dos meses, se evitó transmitir la mala noticia con argumentos como «falta de anatomía patológica» o «problemas técnicos». Sin embargo, lo que subyace es una dificultad real para comunicar diagnósticos graves, lo cual vulnera el derecho del paciente a la información y a su autonomía. Desde Atención Primaria, donde se conoce al paciente en su contexto, existe un espacio privilegiado para detectar estas omisiones, reparar el daño informativo, y acompañar con cercanía y continuidad. Esta experiencia nos recuerda que, aunque la tecnología o los especialistas no estén disponibles, el ejercicio honesto de comunicar sigue siendo una herramienta clínica insustituible. Dar malas noticias no es solo una habilidad, sino también una responsabilidad ética, que no podemos delegar en el tiempo ni esconder tras excusas.